Como se había prometido, finalmente llegó nuestro comentario sobre Caperucita (un espectáculo feroz), el último trabajo del director y dramaturgo Javier Daulte y que estrenó hace poco más de un mes en el Multiteatro.
Bastante se ha comentado sobre esta obra en suplementos de distintos diarios y en portales de Internet: que tiene mecanismos teatrales efectivos, que es quizás uno de los trabajos peor recibidos de Daulte, pero que posee un gran desempeño actoral, etc.
No obstante, así como fue expresado en nuestro primer post, una de las intenciones de Arte en Calzoncillos es ofrecer una mirada "menos mentirosa y más pura". Es decir, más sincera. Y eso es lo que nos proponemos hacer.
Clickeá en Leer Más... para ver el comentario de Caperucita
Silvia (Valeria Bertuccelli) atraviesa con angustia el deterioro de la salud de su abuela Eloísa (Verónica Llinás), mientras su mamá Cora (Alejandra Flechner) busca maneras de escapar de la falta de amor en su hogar por parte de las otras dos mujeres. Y así como en el clásico, no puede faltar la presencia de un lobo feroz, Víctor, un hombre mayor (Héctor Díaz) que se ha enamorado
locamente de la joven, pero ella no podrá dedicarle su atención hasta que su abuela mejore, por lo que él decide ocupar el lugar de su objeto de afecto.
La trama del cuento infantil sirve así como disparador para generar una historia de un alcance realmente universal, con la que más de un espectador puede llegar a sentir algún vínculo que lo identifique con algún personaje o situación. A pesar de este "elogio", uno puede perder ese vínculo de una manera tan repentina como con la que lo adquirió. Y es que la irrupción del lobo contribuye a fragmentar un mundo muy bien habitado por las tres actrices y que podría incluso prescindir de él. En la historia, el personaje de Víctor se dedica al mentalismo y reduce a la nieta y su abuela con sus habilidades, un mecanismo teatral que sirve de excusa para explorar el caudal imaginario y expresivo de Bertuccelli y Llinás. Él es, entonces, el elegido para dar esos reconocibles colores que caracterizan algunos trabajos de Daulte como ¿Estás Ahí? o Nunca
estuviste tan adorable.
A diferencia de muchos espectáculos del circuito comercial, en Caperucita se utilizan de manera elogiable los recursos escenográficos de Alicia Leloutre y aportan mucho dinamismo y atractivo a la puesta en escena. El escenario se alterna constantemente en la habitación del hospital donde reposa Eloísa y en la casa donde ahora viven Silvia y Cora, y a veces se transforma en ambas. Los cambios del espacio no agotan al espectador y resultan ser los justos y necesarios. La música es muchas veces efectiva pero, en otras oportunidades, desconcertante y confabula para distraer al espectador.
Sin dudas y como muchos han expresado, lo más elogiable de la obra son las caracterizaciones logradas por cuatro excelentes actores que atraviesan diversos estados durante hora y media. Flechner brinda a su madre unos matices que a veces son realmente despreciables y fascinan porque logran ser eso: muy reales. Bertuccelli es la encargada de atravesar por la mayor cantidad de estados y subpersonalidades a lo largo de la narración (de joven adulta a niña y adolescente y del amor desinteresado al enojo desatado). A pesar de que se desgasta progresivamente debido a su exposición, se luce con su simpleza y sinceridad.
Bastante se ha comentado sobre esta obra en suplementos de distintos diarios y en portales de Internet: que tiene mecanismos teatrales efectivos, que es quizás uno de los trabajos peor recibidos de Daulte, pero que posee un gran desempeño actoral, etc.
No obstante, así como fue expresado en nuestro primer post, una de las intenciones de Arte en Calzoncillos es ofrecer una mirada "menos mentirosa y más pura". Es decir, más sincera. Y eso es lo que nos proponemos hacer.
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Silvia (Valeria Bertuccelli) atraviesa con angustia el deterioro de la salud de su abuela Eloísa (Verónica Llinás), mientras su mamá Cora (Alejandra Flechner) busca maneras de escapar de la falta de amor en su hogar por parte de las otras dos mujeres. Y así como en el clásico, no puede faltar la presencia de un lobo feroz, Víctor, un hombre mayor (Héctor Díaz) que se ha enamorado
locamente de la joven, pero ella no podrá dedicarle su atención hasta que su abuela mejore, por lo que él decide ocupar el lugar de su objeto de afecto.
La trama del cuento infantil sirve así como disparador para generar una historia de un alcance realmente universal, con la que más de un espectador puede llegar a sentir algún vínculo que lo identifique con algún personaje o situación. A pesar de este "elogio", uno puede perder ese vínculo de una manera tan repentina como con la que lo adquirió. Y es que la irrupción del lobo contribuye a fragmentar un mundo muy bien habitado por las tres actrices y que podría incluso prescindir de él. En la historia, el personaje de Víctor se dedica al mentalismo y reduce a la nieta y su abuela con sus habilidades, un mecanismo teatral que sirve de excusa para explorar el caudal imaginario y expresivo de Bertuccelli y Llinás. Él es, entonces, el elegido para dar esos reconocibles colores que caracterizan algunos trabajos de Daulte como ¿Estás Ahí? o Nunca
estuviste tan adorable.
A diferencia de muchos espectáculos del circuito comercial, en Caperucita se utilizan de manera elogiable los recursos escenográficos de Alicia Leloutre y aportan mucho dinamismo y atractivo a la puesta en escena. El escenario se alterna constantemente en la habitación del hospital donde reposa Eloísa y en la casa donde ahora viven Silvia y Cora, y a veces se transforma en ambas. Los cambios del espacio no agotan al espectador y resultan ser los justos y necesarios. La música es muchas veces efectiva pero, en otras oportunidades, desconcertante y confabula para distraer al espectador.
Sin dudas y como muchos han expresado, lo más elogiable de la obra son las caracterizaciones logradas por cuatro excelentes actores que atraviesan diversos estados durante hora y media. Flechner brinda a su madre unos matices que a veces son realmente despreciables y fascinan porque logran ser eso: muy reales. Bertuccelli es la encargada de atravesar por la mayor cantidad de estados y subpersonalidades a lo largo de la narración (de joven adulta a niña y adolescente y del amor desinteresado al enojo desatado). A pesar de que se desgasta progresivamente debido a su exposición, se luce con su simpleza y sinceridad.
Un párrafo aparte se merecen Héctor Díaz y Verónica Llinás con sus interpretaciones de lobo y abuela respectivamente. El amor lleno de locura y obsesión pero también de humor que él profesa logra emocionar al público. De ella, sólo puede mencionarse que es fascinante verla moverse y expresarse en escena. Decir demasiado sería un desperdicio. Para concluir, la escena final, donde deberá interpretarse a ella misma tras ser devorada por el lobo, es maravillosa.
Caperucita se reduce entonces a lo que promociona: "una comedia del amor y sus excesos". Sirve como una sencilla pero muy efectiva forma de expresar la ferocidad que se adueña de las personas cuando aman demasiado y cómo puede afectar a quienes los rodean.
Caperucita (Un espectáculo feroz) seguirá en el Multiteatro (Corrientes 1283) con localidades a 50 pesos hasta el 15 de diciembre los miércoles, jueves y viernes a las 21 hs., los sábados a las 22 y los domingos a las 20 hs.
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